Cobarde

Nunca gustaste de bodas y bodorrios.

No ibas a estar ¡por supuesto! en tu entierro.

La abandonaste.

Bajo tu cremallera blanca y larga acobardado,

no sopesaste

que esa mujer no estaba armada

para hacer frente a caras y manoseos. 

¡Ni mucho menos

a lágrimas de ateos!


La dejaste sola.

De tu dulce sopor 

no escapaste siquiera

a pedirle perdón.

¿La buscaste y no hallaste?

¿O es que ya mucho antes de amarla dejaste?


Se hizo pánico el temor,

pavor el miedo.

Luego la nada. 




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