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No va a venir nadie

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Que alguien me ayude Que alguien me salve Que se haga responsable de mi ego Y así poder cargar la culpa luego Que vea mis pecados y se tiña Y suya habrá de ser la penitencia. El día que abrazaste sin premura La valentía de quererme Y osaste a mi vera quedarte A pesar de todos los apesares Ése fue el día Que puse sobre tus hombros desnudados La carga de lidiar con mis temores El fuego que salpican mis pasiones Los bajos que te arrastran al vacío Los altos que perplejan el hastío Que te produce tener que tenerme.

Rezar

Fue meditar la empresa que le entrenara a atajar el pensamiento en brote a todo gas de convertirse en ansiosa locura. La ira en un amago ha de quedar. El miedo en un suspiro. El corazón en un tic tac coherente y aburrido. Y, sin embargo, sólo rezar los mantras de su infancia ya olvidada a base de terapia recordada y recitar los versos de su aireado padrenuestro, las letanías de su amor primero, que respiró y el pulso de su vida rescató. Las doce ya. Una oración le escucho susurrar.

Perfecto

Dejé de ser perfecto media hora y me retaste a relajarme que son vacaciones, a dormir siesta y deslizarme por el tobogán. Acompasé mi aliento a tu memoria y cuando el corazón se aceleró perdí mi norte sur este y oeste y tuve que volver a trabajar. No hay karma que repare este vacío que dejas a la altura de mi ombligo. No hay perfección flexible. Sólo el breve murmullo que, por doquier, reparten las mujeres en pasillos.

¿Qué quieres ser de mayor?

¿Qué quieres ser de mayor? Quiero ser dios. y que vengan los fieles a adorarme, y me traigan vasijas de cristal con piedras de colores en el fondo y velas flotantes que poder coleccionar. Y de noche, desterrar a las nubes con un soplo, y extender por el cielo como altar, las llamitas de todas sus miserias... (¡Ah! Y que me paguen doble en navidad.)