Pasa un velero

Inspira el día.
Destapa la ansiosa madrugada
la caja de pandora
de los viles pecados cometidos
por generaciones de inocentes que,
al roce de la lava del dinero
y el aire del poder en sus entrañas,
cambiaron sus principios
por afiladas escamas.
Ya sólo queda paz en esa playa
en que el océano acompasa sus vaivenes
al ritmo de tu vientre.
Siento cálida tu piel en mi costado.
Pasa un velero.
Sé que en algún sitio
un niño hoy no ha cenado
pues una madre que se arroja a un mar
de noche y de contrastes
sólo ha de hacerlo en son de paz
y hambre por pesares.
Agoniza la ola en esa orilla,
testigo de la espuma blanca,
que abandera sueños quebrados
en patera arribados.
El espectáculo desolador de arena y raza
no sobrevive al hedor putrefacto
de fronteras atrincheradas con riqueza.
La marea esta noche inspira sus alientos.
Tú, madre, que alimentas a tus crías
-sabrás reconocer- no dudarías
en arrojarte al mar si no tuvieras
nada que ofrecerle a tus chiquillos
en esa encrucijada de la tarde
en la que sol tiñe de rosa el horizonte
colmándose de paz aquella playa.
El mar escupe en su zigzag pausado
despojos de una vida.
Se cuela salado en tu mirada
el viento de una ola a la deriva.
Expira el día.

















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